ELSA SCHIAPARELLI
Provocadora, controvertida
y feroz rival de Coco Chanel, elsa schiaparelli revolucionó la alta costura
durante la época de entreguerras del siglo pasado. La llama artística de sus
diseños permanece hoy viva
Las décadas de los veinte y
treinta del pasado siglo fueron tiempos tan fértiles como convulsos en los
campos de las ideas, el arte y el progreso industrial. Especialmente en París,
crisol de todas las vanguardias de la época, donde se dio el fenómeno más revolucionario
de la historia del arte contemporáneo: artistas plásticos, escritores,
filósofos, inventores, cineastas, mecenas y modistas solían trabajar juntos con
absoluta espontaneidad, en un continuo fluir de ideas y colaboraciones tan
natural entonces como natural es hoy la separación y el secreto entre las
distintas disciplinas. En aquella época, la moda era sólo alta costura, y
estaba en manos casi exclusivamente de mujeres. Vionnet, Lanvin, Alix, Louise
Boulanger y las hermanas Callot eran modistas notables y célebres, y cada
maison tenía su clientela. El poder era de ellas y de Coco Chanel, la reina de
todas, que introdujo en la costura los conceptos de juventud y racionalismo, y
que dijo proféticamente que "la moda que no se hace para las masas no es
moda, pues muere al nacer; a ella, que
defendió siempre su trabajo como un oficio y no como un arte, le seguimos
debiendo las mujeres nuestra actual silueta.
Y sin
embargo, con la distancia con la que ahora podemos analizar los últimos 100
años de vida de la moda, vemos que las grandes revoluciones formales sólo
ocurren una o dos veces por siglo, y que en épocas de crisis como la actual, la fantasía, el
capricho y lo accesorio como proyectos de arte y provocación son tan necesarios
como la razón, con la que tienen que, aun a su pesar, convivir. De modo
que, teniendo en París una Chanel que cambió la moda para siempre, unos
artistas cubistas que cambiaron radicalmente la expresión artística
contemporánea y unos arquitectos racionalistas que transformaron el espacio
urbano y el hábitat con un lema común "menos
es más, también tuvieron lugar movimientos
contrarios. El más sonado de todos fue el surrealismo, corriente que arrastró a
Elsa Schiaparelli hacia la cumbre de la alta costura de los años treinta
y la convirtió en la única rival seria de mademoiselle Chanel. De "la
italiana, como la llamaba despectivamente Coco,
dijo: "Hay una poesía costurera, un dadaísmo costurero y un estajanovismo
costurero, el de madame Schiaparelli, que presenta sus vestidos en las
fábricas. Pero Schiaparelli, que ya era famosa
por su color rosa shocking, sus jerséis con trampantojo y una docena más de
creaciones vanguardistas, era imitada por doquier y, para bien y para mal,
compartía clientas con la temible Chanel, de quien decía que su moda era
"pobre de lujo. Ambas modistas
se hicieron la guerra, seguida por la prensa con gran regocijo: ¡duelo entre la
amiga de los surrealistas y la amiga de los cubistas!
Se dijo de ella que poseía el misterioso don de anticipar la siguiente ola.
Elsa Luisa Maria Schiaparelli nació en 1890 en Roma, en el seno de una familia
aristocrática y culta. Era rebelde, tímida y ansiosa, y a veces podía ser muy
brusca. Sus recuerdos infantiles, entre ellos la crueldad de su madre al
comentar su estatura y su "fealdad,
influyeron enormemente en sus creaciones adultas: la rica biblioteca de su
padre, las begonias del jardín que darían lugar al famoso rosa shocking
y la voluntad de trascender la belleza convencional para concebirla como una
forma de expresión y de metamorfosis.
A los 22 años se fue a
Londres, y en 1914 , "buscándose a sí misma física y espiritualmente, acudió a una conferencia de un joven teósofo llamado Wilhelm Wendt
de Kerlor, discípulo de la espiritualista de moda, madame Blavatsky. Fue un
flechazo. Tras veinticuatro horas de conversación platónica, Elsa y Kerlor
contrajeron matrimonio civil. La pareja se embarcó en 1916 hacia
Chicago, ciudad donde Kerlor comenzaba una gira de conferencias. En el
transatlántico, Elsa congenió con Gabrielle Picabia, mujer del pintor dadaísta
Francis Picabia, que iba a convertirse en una gran amiga. En Estados Unidos, la
pareja llevaba una vida errante, y Kerlor empezó a dudar de su vocación. Era un
marido infiel y provocador, a pesar de vivir de la dote de la enamorada Elsa.
El matrimonio iba de mal en peor, y cuando desapareció el dinero también
desapareció la poca lealtad de Kerlor hacia su esposa y su recién nacida hija
Gogo, con la sonada huida de él con su célebre amante, Isadora Duncan, en 1920.
Schiaparelli vivió un tiempo
de bohemia y penurias en Nueva York, trabajando como traductora, administrativa
y figurante en películas. Un día, su amiga Gabrielle Picabia la puso en
contacto con Marcel Duchamp y Man Ray, y este último le pidió que posara para
unas fotos. Se introdujo así en el círculo de los dadaístas, que se movía entre
París y Nueva York. Y finalmente, Blanche Hays, otra amiga del grupo, una
alegre y rica divorciada, le pidió que la acompañase a París. Schiap, como
empezaron a llamarla sus nuevos amigos, se instaló con su hija en casa de
Blanche, y no tardó en acompañarla a las maisons de costura para hacer sus
compras. En una de estas visitas, el gran Paul Poiret le echó el ojo a Schiap;
la definió como estilosa, imaginativa y sobre todo audaz, y decidió vestirla
gratis para la agitada vida social que empezaba a desarrollar. Arrancaba el año
1925, y ella ya se atrevía a hacer vestidos para sus dos mejores amigas. Tras
constatar su éxito, y con cierta seguridad en sí misma, se ofreció como
diseñadora independiente a algunas pequeñas casas de alta costura. Una amiga de
Blanche compró una de estas empresas y contrató a Elsa como diseñadora. Duró
sólo un año y pico, pero fue un aprendizaje suficiente para la valiente Schiap,
quien decidió lanzarse por su cuenta.
En 1927, Elsa Schiaparelli
presenta su primera colección, constituida por jerséis, faldas y vestidos de
punto tricotado. Las prendas estaban elaboradas con varias madejas que llevan
camafeos de punto aplicados e hilos de metal, con motivos geométricos y
frecuentes efectos de trampantojo. Es, en definitiva, el easy wear, la moda
fácil que cautiva a los estadounidenses. Los compradores se extasían y compran,
y la prensa, liderada por Vogue, elige un jersey blanco y negro con una gran
lazada en trampantojo para publicarlo como obra maestra, creativa y
técnicamente. De la noche a la mañana, Elsa Schiaparelli se convierte en
"lo último de París. Su colección se
exporta a Norteamérica y el famoso jersey del lazo se copia por miles.
Schiaparelli firma una
sociedad con un empresario ligado a los almacenes franceses Galeries Lafayette.
El aumento de capital permite, en 1928, producir una colección de punto mucho
más amplia, que incluye trajes de baño, gorros, pijamas de playa y motivos y
estampados cada vez más abstractos. En 1929, Elsa Schiaparelli ya trabaja con
tejidos nobles, como la seda, el algodón y el lino, y puede permitirse fabricar
sus propios estampados. Sus colecciones adquieren aires de alta costura de
lujo. Y sus estampados empiezan a ser codiciados por los grandes fabricantes de
tejidos, que le proponen negocios ambiciosos. Schiaparelli es invitada a
mostrar su colección en Nueva York, y elige el deporte como tema: atuendos de
tenis, de golf, de piloto de avión, de esquí, de natación
Nace el estilo Schiaparelli.
Schiaparelli alcanza la gloria
a lo largo de la década de los años treinta. Se la gana a pulso, trabajando día
y noche con colaboradores y artistas del más alto nivel técnico y creativo, y
con una audacia empresarial inaudita. Su instinto para las relaciones públicas
es notorio y controvertido. Y su reputación de mujer difícil y narcisista no
hace más que reforzar el mito que se va construyendo a su alrededor, y que, en
cualquier caso, la favorece. Schiap explota todo lo que es y crea, pero lo hace
con la transparencia y honestidad de quien, trabajando con artistas y
profesionales de renombre, no se apropia de las ideas ajenas y es generosa con
las propias. Su modo de mezclar la moda con el arte es algo nuevo y
revolucionario que fascina a una sociedad sumida en la incertidumbre económica
y política generada por el crash bursátil de 1929.
Los salones y talleres de
Schiap se amplían. En 1932, la firma cuenta con 400 empleados en ocho talleres.
Sus tres líneas de moda se llaman Pour le sport, Pour la ville y Pour le soir.
El decorador más moderno de París, Jean-Michel Franck, diseña su tienda-salón
como un interior de transatlántico, con cortinas de charol, muebles negros y
cuerdas para colgar de ellas la ropa multicolor y los accesorios, cada vez más
presentes en el universo Schiaparelli. Ella añade muebles de la Bauhaus,
comprados en un saldillo. Instalada en su nueva casa, del mismo estilo que la
tienda, ofrece una cena a la cual invita a Coco Chanel. En su confusa
autobiografía Shocking life, publicada en 1954, escribe: "A la vista del
mobiliario moderno y de la vajilla negra, Chanel tuvo un escalofrío, como si
hubiera acudido a un cementerio. La velada no
sale del todo bien: hace calor, y el forro de tela blanca recauchutada de las
sillas se pega a los trajes. Schiap comenta con ironía que el efecto producido
le recuerda a los jerséis con trampantojo en blanco y negro que han
financiado la cena.
Este gusto por la modernidad demuestra su afinidad con el mercado y la prensa
estadounidenses, que no cesan de ensalzar a su persona y sus creaciones.
Reseñas como "lo que ella insufla a su ropa es la esencia de la
arquitectura, el pensamiento y el movimiento modernos se publican continuamente en la prensa. Ella avanza, imparable,
con su experimentación en el juego de los contrastes inesperados y los cortes
innovadores. Recurre a la magia de las hombreras otro ingenio que se le debe y permanece fiel a su filosofía de
adaptar la ropa a los tiempos, haciendo colecciones de prendas simples y
combinables que reducen considerablemente el guardarropa de una mujer moderna y
viajera. La actualidad del progreso es su inspiración. Por ejemplo,
cuando aparece el primer avión comercial, el Boeing 247, Schiaparelli diseña
para la primavera de 1934 una colección aerodinámica con siluetas "al
viento, líneas de pez y de pájaro para la
noche, y drapeados para el día. Aunque nunca ha volado en avión, diseña
también un mono de piloto para mujeres inspirado en sus clientas, las aviadoras
Amelia Earhart y Amy Mollison. También se inspira en los tejidos desechados por
las fábricas y en los retales de pruebas, lo que le otorga la reputación de
triunfar donde los demás han fracasado.
Sus manos transforman las
telas sintéticas en objeto chic. A Elsa Schiaparelli se le deben el uso del
rayón y su mezcla con tejidos nobles, el primer tejido elástico de rayón y látex,
la creación de terciopelos transparentes e impermeables, y la utilización
textil de láminas de celofán. En Europa y Estados Unidos, su fama de inventora
y creadora textil se agranda a pasos agigantados. En 1933 lanza una colección
hecha con rayón plisado y arrugado con efecto corteza de árbol, algo que no
volverá a verse hasta cincuenta años después, en las colecciones de Issey
Miyake, otro gran creador textil de los años ochenta.
En 1935, Schiaparelli inaugura
su nueva sede en la plaza Vendôme con una colección titulada Stop, look and
listen, que contiene estampados de páginas de periódicos inspirados en los
collages de Braque y Picasso (una idea que John Galliano tomó prestada en los
años noventa para Dior). Para ella simboliza la realidad cotidiana reconstruida
por la realidad del espíritu. En esta época, Schiap se aficiona a las artes del
marketing arty: para que se hable de ella, presta o regala sus modelos más
provocadores a ciertas damas con mucho poder mediático. Ese mismo año, con
Hitler gobernando en Alemania y Mussolini en Italia, Schiaparelli, oportunista
y diletante, presenta vestidos que son monárquicos y republicanos a la vez.
Según ella, "para reflejar la atmósfera de incertidumbre del momento, pues
la moda nace de hechos, tendencias y cambios políticos, y no del intento de
fabricar cortos o largos, plisados o lisos. El caso
es que junta tocados napoleónicos y botones militares con diseños prácticos con
cremalleras de plástico, para con mucha ironía "contentar a la
derecha y a la izquierda. Y después se va
a Rusia con el fotógrafo Cecil Beaton, ambos invitados por el Gobierno
soviético a la Feria Francesa de Moscú. A su regreso, Schiap que ha
regalado al pueblo soviético un modelo especial vuelve a generar
polémica, y la ultraderecha la ataca, acusándola de simpatizar con el
comunismo. Es el inicio de una larga época de rumores infundados sobre la
ideología de la modista, que jamás se pronunció al respecto. En 1936 se inspira
en las camisas masculinas y lanza un abrigo-camisa sobredimensionado de franela
blanca que enloquece a los compradores, quienes comparan la prenda con el
vestidito negro de Chanel. En 1937 presenta los trajes de chaqueta surrealistas
creados con Salvador Dalí y toda una serie de sombreros-espectáculo:
tricornios, boinas y el famoso sombrero-zapato. Finalmente se materializa el
sueño de Schiaparelli de casar la moda con el arte.
Pero para llegar a su plena
consagración como mo- dista-artista, Schiaparelli tiene que vivir un verdadero
frenesí mundano. En los años treinta, las noches de París son más chic que
elegantes. Ella acude a todas las fiestas e inventa trajes extremos para sí
misma: trampantojos, plumas de gallo, delantales de jardinero, bolsillos
secretos para petacas de licor
Se convierte
en una creadora completa. Sus vestidos prácticos (el hard chic) viven
por su cuenta, mientras que ella dedica todas sus energías a crear provocación,
ironía, sensualidad y sex-appeal, a la manera de su amiga y clienta Mae West.
También colabora asiduamente con los surrealistas y los dadaístas. Cuenta con
Perugia, el zapatero más vanguardista del momento junto a Ferragamo, para
fabricar sus zapatos Dadá; diseña estampados para el mercado estadounidense con
fotografías de megaestrellas de Hollywood, adelantándose en varias décadas al
arte y la costura pop (Warhol, Versace, Valentino). Finalmente, su amistad y
colaboración con Dalí y Cocteau produce "ropa que es algo más que ropa, una idea que retoma Yves Saint Laurent en los años setenta. Los
vestidos se convierten en objetos surrealistas en sí mismos: la creadora
expresa en ellos, a su manera, su visión de la contradicción, el escándalo y la
perturbación.
Aunque sólo Dalí declara
abiertamente la influencia de Schiaparelli en los artistas surrealistas,
afirmando que la moda es una función simbólica de la vanguardia, su papel como
mujer surrealista es importante. Man Ray fotografía sus creaciones y Tristan Tzara
escribe sobre el gusto automático de sus sombreros. A la vez, los artistas
surrealistas trabajan para la alta costura, como ilustradores y fotógrafos o
como diseñadores. Louis Aragon vende a Schiaparelli, Patou y Chanel los
collares que fabrica su pareja, Elsa Triollet, y Alberto Giacometti crea
broches de metal y botones para su amiga Schiap. Ella se dedica a declinar el
guante como objet trouvé, con anillos, uñas lacadas y garras incrustadas, en
beneficio de artistas y fotógrafos, y las manos femeninas como hebillas,
botones y cierres, o como ilustración hecha por Man Ray para la antología
poética Les mains lisses, de Paul Eluard. La surrealista Meret Oppenheim
desarrolla la célebre instalación Déjeuner en fourrure, una taza de té con un
plato forrados de piel de animal. E inspira a Schiaparelli varios usos
rompedores de la peletería, además de su famoso botín forrado con pelo largo de
mono, inspiración actualmente reconsiderada por Prada y visible en los
escaparates de este próximo otoño. Además del traje de sastre con
bolsillos-cajones con tiradores brillantes, fruto de su estrecha colaboración
con Dalí, Schiaparelli introduce la langosta que adorna la cabeza de Gala Dalí
como estampado para un vestido para la duquesa de Windsor. Y presenta una colección,
Le cirque, abundante en referentes dalinianos: lágrimas, esqueletos y
sombreros-tintero. Para el sombrero-zapato, Schiaparelli adopta en doble
sentido el método paranoico-crítico de Dalí: un zapato no es un zapato, sino un
sombrero.
En estos años, la propia
Schiaparelli define su obra como arte, aunque reconoce que la suya no es tan
gratificante como otras expresiones artísticas, "pues la obra muere al
nacer. Su eterna rival, Chanel, la llama con
desprecio "esa artista italiana que hace moda, y Balenciaga la
considera una "verdadera artista de la alta costura. El caso es que Schiap sigue de cerca la premisa dictada por André
Breton: "La belleza será convulsa o no será, y en 1939, unos meses antes
de que estalle la II Guerra Mundial, la modista-artista presenta una
colección inspirada en la comedia dellarte del
siglo XVIII, donde juega con arlequines, pierrots y colombinas que cambian de
identidad tras sus máscaras y antifaces. ¿Una premonición de lo que iba a
ocurrir, del mismísimo desenmascaramiento del mal? Simplemente, una
nueva vuelta de tuerca de la creadora, que intenta demostrar de nuevo que la
belleza artificial puede estar por encima de la belleza natural. Es decir, que
el chic suplanta a la belleza.
El 3 de septiembre de 1939,
los hombres son movilizados (modistas incluidos). Y todos los que pueden se
marchan de Europa. La surrealista Schiaparelli presenta un modelo para la fuga,
que consiste en un mono de lana con pantalón ancho, con cuatro grandes bolsillos
con cremalleras para llevar documentos, joyas, linterna y otros instrumentos
valiosos. Muchas casas reducen su personal y otras cierran, pero Schiap opina
que es una cuestión de prestigio para Francia luchar y seguir creando ropa,
aunque se trate de ropa utilitaria. Schiaparelli aguanta hasta la invasión de
los alemanes y la formación del Gobierno colaboracionista de Vichy, en 1940. Y
decide, ella también, marchar.
Chanel murió en 1971, a los 88
años de edad, dejando una casa de costura en plena forma hasta el día de hoy.
Schiaparelli murió en 1973, a los 83 años de edad, dejando un menguado archivo
de 88 vestidos y accesorios para las colecciones de la Unión Francesa de las
Artes y del Traje, y un inmenso y creativo legado de ideas e innovaciones que
siguen funcionando en la actualidad. Fue ella quien inventó el desfile de moda
concebido como espectáculo y provocación para el público, con largas y
apretadas colas de espera. Fue ella quien se anticipó al mundo de las licencias
industriales. Fue ella quien introdujo las gafas de sol, la lencería y los
bolsos con firma. Y todas las demás innovaciones relatadas en este texto.
Ha tenido y hoy mantiene
seguidores y admiradores que se inspiran en sus creaciones. Algunos confesos,
como Zandra Rhodes, Yves Saint Laurent, John Galliano y Jean-Paul Gaultier.
Otros, como Sybilla, Yamamoto, Versace, Valentino, Miuccia Prada y, desde que
hace alta costura, Giorgio Armani, la homenajean sutil, pero constantemente.
Entre sus clientas fieles y "maniquíes mundanas, como ella llamaba a las celebridades a quien prestaba y regalaba sus
vestidos más llamativos, destacaron una serie de actrices de extraordinario
carácter, como Arletty, Mae West, María Casares, Zsa Zsa Gabor, Katharine
Hepburn, Claudette Colbert, Lauren Bacall y Marlene Dietrich. Esta técnica
publicitaria, concentrada en lo que hoy llamamos vestir la alfombra roja y que
está rabiosamente vigente, también pertenece a las intuiciones visionarias de
la creadora.
A la Schiaparelli le
emocionaban la intuición y el acto de crear. "Un vestido se convierte en
un objeto indiferente, a veces en una lamentable caricatura de lo que una
quería que fuese: un sueño, una expresión, dijo en
su época de gloria artística. Otra artista, la refinada pintora y
diseñadora textil Sonia Delaunay, publicó en 1931 un artículo-manifiesto
titulado Los artistas y el futuro de la moda, en el que escribía: "En
lugar de adaptar la ropa a las necesidades de los tiempos (
), la moda se ha vuelto complicada en la creencia de que así
satisfará a los consumidores
, reflejando el eterno dilema entre moda y arte,
o, más bien, entre mercado de la moda y mercado del arte. Mientras tanto, el
cíclico sistema de la moda sigue igual, a la espera de otra revolución.
http://elpais.com/diario/2006/10/01/eps/1159684028_850215.html
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