viernes, 30 de marzo de 2012

La emperatriz Diana Vreeland



Si Anna Wintour es actualmente la reina del mundo de la moda, Diana Vreeland fue su emperatriz. Desde el Harper's Bazaar y el Vogue americano y como curadora del Museo Metropolitano de Nueva York fue, hasta su muerte en 1989, una de las figuras más influyentes de la moda contemporánea. El Palazzo Fortuny, en Venecia, explora su larga carrera. 


Es muy probable que la nueva generación de 'fashionistas' desconozca su nombre. Algunas, de más edad, quizás tengan alguna vaga referencia. Sin embargo, si los creadores de moda son estrellas planetarias, si subimos y bajamos el ruedo de nuestras faldas y la altura de nuestros tacones al ritmo de sus caprichos, si buscamos cada semana o cada mes en las revistas cuál es el último 'it bag', en fin, si la moda ocupa hoy el lugar que ocupa en nuestras vidas, es, en cierta medida, gracias a ella.
 Diana Vreeland fue el mejor árbitro de estilo y elegancia del siglo XX. Durante más de cincuenta años -primero como editora de moda de Harper's Bazaar, desde 1937 hasta 1963, luego como directora de Vogue durante ocho años y finalmente como creadora de fantásticas exhibiciones en el Costume Institute del  Museo Metropolitano de Nueva York- Vreeland lanzó modas, estableció reputaciones y dio un nuevo sentido a la palabra tendencia.
Nada mal para una mujer que, en principio, no tenía ninguna intención de trabajar para vivir ("¿Trabajar? Qué idea interesante".).






UNA NUEVA PROFESIÓN 
 Diana Dalziel nació en París, hija de un  banquero escocés y  de una 'socialité' norteamericana, descendiente de George Washington. Criada en la Europa despreocupada de entreguerras, sus padres no eran ricos, pero estaban extraordinariamente bien conectados. Ella y su hermana recibieron una educación errática: a una buena formación académica su madre prefirió que estudiaran baile. "Cuando descubrí la danza, aprendí a soñar", diría más tarde.
Tras casarse con Reed Vreeland, un guapo banquero, la pareja se instaló en Nueva York y luego en Londres, una ciudad de la que luego diría, en una de las típicas frases que formarían parte de su celebridad, "lo mejor de Londres es París" (Diana viajaba regularmente a la capital francesa para las pruebas chez Cocó Chanel). Allí socializó con Wallis Simpson, fue presentada al rey Jorge y se hizo íntima del fotógrafo Cecil Beaton. En 1937 la pareja regresaba a Nueva York, donde viviría el resto de su vida.




  Vreeland no comenzó su carrera profesional hasta sus treinta y tantos, después de haber dado a luz a dos hijos. No era una mujer bella, pero su elegancia y su 'chic' eran ya entonces tan reconocidos que los modistos le cedían su ropa a cambio de la visibilidad que ella les proporcionaba. Según su propia leyenda, un día Carmel Snow, célebre editora del Harper's Bazaar, con un ojo para descubrir nuevos talentos, la vio en el Hotel Saint Regis en su vestido Chanel y al día siguiente le ofreció trabajar como editora de moda en su revista. "Solo tendría que hacer lo que ya hacía de todas maneras", le dijo.


 Diana aceptó el cargo y pronto cambió la forma de informar al público sobre la moda. En lugar de simplemente reseñar estilos y tendencias, Diana comenzó a crear, motivar y popularizar ciertos objetos, actitudes e ideas a través de sus observaciones y comentarios ingeniosos. Ejemplos: "El bikini es el invento más importante desde la bomba atómica", dijo tras descubrirlo en las playas francesas en 1947. "No temas ser vulgar, solo aburrida". La columna que escribió durante sus veinticinco años en Harper's Bazaar -"¿Por qué no…?"-  sugería insólitas propuestas a las lectoras. Si algunas eran francamente delirantes (¿por qué no lavas el pelo de tu hijo rubio con champaña como hacen en Francia?), otras demostraban su apertura de espíritu (¿por qué no pintas un enorme mapa del mundo en la habitación de tu hijo para que no crezca provinciano?). 





Para ella la misión de las revistas de moda era dar un punto de vista. "La mayoría de la gente no lo tiene y lo necesita más aun, eso es lo que esperan", decía. Durante sus años en Bazaar formó una mítica asociación con el fotógrafo Richard Avedon, logrando una producción inédita en su época y rara vez igualada. "Diana inventó la profesión de editora de moda. Antes que ella eran mujeres de la alta sociedad que ponían sombreros en otras mujeres de la alta sociedad", dijo Avedon. Fue ella quien descubrió a Lauren Bacall (su foto en el Bazaar de marzo de 1943 llamó la atención del director Howard Hawk, quien la puso junto a Humphrey Bogart en Tener y no Tener), popularizó el estampado animal, introdujo a Yves Saint Laurent al público norteamericano y presentó a Oleg Cassini a Jackie Kennedy, la flamante first lady, quien haría de él su modisto oficial.




"EL OJO TIENE QUE VIAJAR"
 Tan original era su personalidad, que traspasó las fronteras del mundo de la moda: Vreeland fue la inspiración de Alison du Bois,  personaje principal de Lady in the Dark, un musical de Ira Gershwin y Kurt Weill, y de las extravagantes editoras de moda de las películas Funny Face y ¿Quién Eres tú, Polly Magoo?
En 1962, Vreeland renunció a Bazaar y aceptó la oferta para dirigir la revista Vogue.
Su genio verdaderamente explotó en los 60, la década del 'youthquake' (el terremoto de la juventud) que ella adoró porque sentía que por fin se celebraba la originalidad de cada persona. "Si tenías un bulto en tu nariz, no importaba. Mantenías la cabeza erguida y ya eras una belleza", decía.
En cuanto a ella, su estilo era discreto. Peinaba su cabello ultranegro hacia atrás, pues no creía en disimular sus rasgos poco agraciados, sino todo lo contrario. Vreeland apreciaba la calidad por sobre todas las cosas. Su conjunto ideal, "el más lujurioso suéter de cachemire, los más lujuriosos pantalones de satén, medias hermosas, zapatos maravillosos y lo que corresponda alrededor del cuello".




 En su libro Allure, Vreeland dijo: "El ojo tiene que viajar", una simple frase que revela su más íntimo pensamiento y la manera en que percibía el mundo. A través de su ojo, observador y diligente, alentaba a sus lectores a ser libres, a mirar, a imaginar y a dejarse llevar por la fantasía, y los desafiaba a vivir de manera más provocativa. Muchas veces, ella misma se dejaba llevar por su imaginación. En una ocasión un periodista le preguntó: "Señora, lo que usted dice es realidad o ficción (fact or fiction)? "Faction", contestó sin pestañear. Manolo Blahnik, a quien aconsejó sabiamente dedicarse a hacer zapatos (cuando él pensaba dedicarse a la escenografía), la recordaba, tras su muerte, con admiración: "Tenía una tal presencia, casi un halo. Tenía un ojo extraordinario y una energía fenomenal. Me aterrorizaba un poco pero yo sabía que nunca conocería a alguien como ella". 






LA MODA COMO ARTE 
 En 1971, nuevo cambio en su carrera. Esta vez como consultora especial del Costume Institute en el Museo Metropolitano de Arte,  donde se impuso la misión de colocar a la moda a nivel de arte. En 1984 había organizado doce exhibiciones, entre ellas: El Mundo de Balenciaga, La Belle Époque, Sacerdotisas de la Moda Americana o Diseño Romántico y Glamoroso de Hollywood, todas desde una perspectiva totalmente original. A nadie, antes que ella, se le había ocurrido perfumar cada sala con un aroma diferente, poner música o recurrir a la tridimensionalidad. La exposición en el Palazzo Fortuny reproduce partes de las que ella montó entonces y recorre  su carrera a través de fotos, filmes y modelos icónicos provenientes de diferentes colecciones.
A su muerte, en 1989, todo el 'who's who' de la moda y de la literatura se reunió para rendirle homenaje: entre ellos Oscar de la Renta, Donna Karan, Carla Fendi, Issey Miyake, Diane von Furstenberg, Mary McFadden, Paloma Picasso, Richard Avedon, Lauren Bacall, Anna Wintour, Fran Lebowitz, George Plimpton y Pierre Bergé, quien dijo en esa ocasión: "Diana Vreeland era de esas mujeres que toman al destino por el cuello y lo obligan a hacer lo que ellas desean".  Lo único que no pudo fue ser inmortal.




DIANA VREELAND EN SUS PALABRAS


"Tienes que tener estilo. Te ayuda  a bajar las escaleras. Te ayuda a levantarte por la mañana. Es una forma de vida. Sin estilo no eres nadie".
"Un nuevo vestido no te lleva a ningún sitio, es la vida que vives con ese vestido, la vida que viviste antes y la que vivirás después".
"No mires hacia atrás. Regala tus ideas. Detrás de cada idea hay otra que espera por salir".
 "Hay que darle al público lo que nunca supo que quería".
 "Hay una sola cosa en la vida, y eso es la renovación constante de la inspiración".
"Estilo: todos los que lo tienen comparten una cosa: originalidad".
 "No te preocupes por los hechos, simplemente proyecta una imagen al público".
 "Sin emoción, no hay belleza".
 "Las personas que comen pan blanco no tienen sueños".
"Lo que vende es la esperanza".

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