lunes, 26 de marzo de 2012

Una rareza maravillosa


Alexander McQueen era una singular estrella en el firmamento de la moda. La palabra performance se asociaba con frecuencia a sus espectáculos de pasarela y el séquito que lo rodeaba poseía un temperamento similar, uno que oscilaba entre lo extraño y lo atractivo.


Entonces, que las personas que asistieran al servicio que conmemoraba su muerte resultaran igual de llamativas no era para extrañarse. Sin embargo, ese día, en tan emotivo acontecimiento, emergió una mujer con zapatos esculturales, dramáticos y surreales, y un velo que remataba en una especie de sombrero curvo. Toda de negro, como una viuda de otro mundo, con un aura de melancolía y una imponencia difícil de digerir.



 Esa mujer era Daphne Guinness, una criatura extraña y extraordinaria, tildada comúnmente de excéntrica, de quien se burlan en los aeropuertos y que, en primera instancia, muchos asociarían con Lady Gaga. Pero Guinness antecede a la estrella desde hace muchos años, con el sofisticado hábito de coleccionar alta costura y deslumbrar con sus indescifrables, majestuosos y muchas veces sombríos atuendos.





Guinness es una mujer madura y heredera literal del apellido que posee. Muy joven se casó con un Niarchos, hijo del multimillonario empresario naviero, con quien tuvo un turbulento divorcio hace unos años.
Cuando aún estaba casada y tal y como dan testimonio las fotografías de entonces, en la dama era evidente un interés por la estética, pero con los años, y luego de zafarse de los límites matrimoniales, Guinness parece haber resurgido como lo que es: no sólo como esa criatura salvaje, tal como la denominó Guy Trebay de The New York Times, sino como una mujer cuyo cuerpo es un territorio desde el cual afirmar qué significa ser una mujer visible para el mundo, qué límites y poderes alcanza, qué creatividades e indulgencias puede concederse a sí misma sin parecer otra cosa que una señora con mucho dinero y gusto por la excentricidad extrema.





Guinness, a quien es posible leer en Twitter, por ejemplo, siempre exhibe un humor ligeramente melancólico, oscuro, pero al tiempo perspicaz y agudo; su aura, no obstante, la hace parecer, como en aquel servicio, una viuda eterna. En esencia, ella conserva los matices más puros de la moda verdadera donde la imaginación traza los retazos de su capricho.



SOBRE ELLA
Como una reconocida socialité y, además, como todo un emblema de disidencia en el ámbito de la moda, Guinness atrae todo tipo de miradas y admiraciones. Fue ella quien compró toda la extraña colección de ropa y sombreros de la desaparecida Isabella Blow –descubridora y amiga íntima de McQueen-. Más allá del perezoso estigma de excéntrica, Guinness es una criatura autorreflexiva con un temperamento a veces melancólico y con una postura estética que refleja hondas representaciones sobre la feminidad.





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